El GP de Corea no ha podido tener un bautismo más accidentado en el Mundial de F1. Ya durante las semanas previas estuvo en discusión si podría celebrarse la carrera habida cuenta del retraso acumulado en su construcción, y a la hora de la verdad la lluvia ha dejado al descubierto las muchas carencias del Circuito de Yeongam: la más grave, la falta de drenaje y evacuación de aguas pluviales de la pista, que ha obligado a iniciar la carrera con una hora de retraso tras el coche de seguridad y ha convertido el asfalto en un firme demasiado deslizante para la cantidad de agua que estaba cayendo; otros defectos menores pero demasiado visibles han sido la gran cantidad de barro desparramado por el asfalto, la grúa que ha cruzado la pista para rescatar un monoplaza averiado, la cercanía de los muros en algunas partes del trazado (que será urbano algún día, pero hoy está en medio de la nada),...
En el aspecto deportivo, la carrera se presentaba apasionante; al ser la carrera inaugural del circuito (no había ni siquiera la experiencia previa de otras categorías), existía una gran incógnita acerca de los reglajes idóneos, que compaginaran un primer parcial con grandes rectas y baja carga aerodinámica y un último parcial rápido y revirado de alta carga aerodinámica. Y, tal y como se esperaba, no todos los equipos acertaron: así, los Red Bull y los Mercedes pronto mostraron que habían encontrado la combinación perfecta y volaban sobre el agua, mientras que los McLaren y los Force India parecían estar un punto por debajo de sus prestaciones habituales. Además, el final del campeonato anima las distintas luchas entre pilotos y equipos, no sólo por el título, como bien nos recordó Miguel A. Sanza en su artículo del pasado fin de semana.
Pasemos a ver uno por uno el trabajo de cada equipo, haciendo abstracción de los aciertos y errores de los pilotos y centrándonos en las mecánicas, en las estrategias, y en el trabajo en boxes de los equipos.