En el transcurso de las semanas previas al Gran Premio de Corea, e incluso durante y después de la celebración del mismo, se ha hablado largo y tendido de los enormes retrasos en la construcción del trazado de Yeongam, los continuos aplazamientos de su inspección final y las pésimas condiciones del asfalto y los exteriores de la pista, así como del estado de gran parte de sus instalaciones y gradas.
Probablemente el hecho de que se haya focalizado gran parte de la atención en estos relevantes aspectos hizo que no se hablase demasiado sobre el reto que todos los equipos tuvieron que superar en aras de lograr la mejor adaptación al circuito, así como de la emoción que aportó el interesante diseño del mismo, el cual resultó ser lo que se esperaba de él, una equilibrada mezcla de características.