Cuando, tras el abandono de Suzuka, Fernando Alonso comentó que todo empezaba de nuevo y el título se decidiría en un minicampeonato de cinco carreras, no pensábamos que éste se parecería tanto al de 2011.
Cada vez más, los elementos parecen jugar en contra de los intereses del que, hasta hace muy poco, parecía el más firme candidato al título mundial. Fernando Alonso llevaba demasiado tiempo haciendo piruetas sobre el alambre y, tarde o temprano, necesitaría de la ayuda de Ferrari. Pero en la Fórmula 1 no existen milagros y era cuestión de tiempo que la descomunal fuerza de un equipo casi perfecto como Red Bull terminara por imponerse. Nada se le puede reprochar al español, que sigue a un nivel estratosférico. Pero, en el escenario diseñado por Bernie Ecclestone y la FIA, la magia no tiene cabida.
Evolución
El Gran Premio a celebrar en Buddh contaba con varios alicientes. El primero, comprobar hasta qué punto había posibilidades de que el orden establecido en las últimas carreras pudiera alterarse como consecuencia de las evoluciones de última hora adoptadas por los equipos punteros. En la F1 de la limitación de test, el desarrollo continuo es la clave del éxito y, al depender en mayor medida de las simulaciones, la fiabilidad es la llave que abre todas las puertas.
Red Bull siempre ha sido imbatible en ese sentido, tanto por velocidad de desarrollo como en eficiencia a la hora de validar nuevas piezas. Pero Ferrari necesitaba reaccionar para darle a Fernando opciones de título tras los abandonos de Spa y Suzuka. Este Gran Premio estaba marcado de manera preponderante en el calendario de actualizaciones. Era, en cierto modo, algo similar a lo que vivimos en el test de Mugello en primavera. No por la cantidad y trascendencia de las piezas, sino por la importancia de que las novedades sirvieran para minimizar las carencias del F2012. Como en tierras italianas, el trabajo dio sus frutos y el coche ganó peso específico en condiciones de carrera. Como en tierras italianas, el rendimiento en calificación permaneció a la cabeza de las tareas pendientes.
El truco de Vettel
"Los puntos se dan el domingo" acostumbra a decir Fernando Alonso y, aunque nadie le puede quitar la razón (porque la tiene), lo cierto es que el sábado Vettel compra muchas papeletas para conseguir más que el resto al día siguiente.
La calificación no sólo permite tener menos opciones de meterte en líos en la primera vuelta de cada Gran Premio, sino que también te proporciona la oportunidad de gestionar mejor la degradación de los neumáticos y la estrategia. O los que es lo mismo, la ya clásica expresión "rodar en aire limpio".
Para conseguirlo Vettel cuenta con un Red Bull 'edición 2011' desde que Newey y compañía iniciaran la reconversión del RB8 en Singapur, ejecutada de manera impecable en Suzuka y Corea. El resultado es un monoplaza que ahora sí obtiene ventaja en los tramos que demandan eficiencia aerodinámica. Pero, en Buddh, el alemán se sacó de la chistera un soberbio sector 3, corto y sin aparente complicación desde el punto de vista técnico. Ahí empezó a ganar Sebastian el Gran Premio y no en el sector 2, como se podría esperar.
Hacer fácil lo difícil
El domingo fue coser y cantar, como empieza a ser costumbre para Vettel. Salvado el trámite de la salida y el primer sector (hay que reconocer que Tilke se ha lucido en este caso a la hora de proporcionar espectáculo en la primera vuelta), Sebastian hizo lo que mejor sabe: imponer un ritmo endiablado de inicio, cocinar la carrera y, tras la parada, degustar lenta y gustosamente una nueva victoria aparentemente sencilla. Vettel, con dos campeonatos a sus espaldas y muy cerca del tercero, aún tiene que demostrar a muchos que merece un puesto de honor entre los grandes de la actualidad. Uno de sus admiradores, Michael Schumacher, sufrió algo parecido a lo largo de su carrera al considerarse que no tenía rivales de verdadero nivel a los que enfrentarse. En este caso es Red Bull quien se encarga, indirectamente, de proporcionar la excusa perfecta a sus detractores: un monoplaza soberbio.
La temporada, poco a poco, se convierte en algo cada vez menos impredecible como consecuencia de la experiencia que han ido adquiriendo los equipos, el creciente conservadurismo de Pirelli en la elección de compuestos y, como no, la mejor gestión de la presión de los pilotos con más talento. No es raro que, con cada vez mayor frecuencia, los nombres de Vettel, Alonso, Hamilton y Räikkönen destaquen sobre los de sus compañeros de equipo. Pero, en este final de temporada, hay uno que está tomando el protagonismo que muchos esperábamos de él. Nico Hülkenberg está consiguiendo eclipsar a la sensación de la parrilla hasta hace pocas fechas: Paul di Resta. ¿Terminará en un equipo acorde a su talento?
La Fórmula 1 no siempre es justa, ¿verdad Fernando?