La de 1976 no fue una temporada de Fórmula 1 normal. La serie de anomalías y sordideces acaecidas durante ese año solo podían conducir irremediablemente al triunfo del maestro en estas lides, James Hunt. Hunt era un tipo, cuanto menos, peculiar. Lejos del cliché del niño que sueña con llegar a la Fórmula 1, James no se aficionó a las carreras hasta los 18 años, cuando decidió dejar de lado su carrera de medicina para dedicarse de pleno a ese plan de fin de semana, ir a ver una carrera, que le había encandilado. Su paso por categorías inferiores fue fugaz. Primero la Copa Club con un Mini, luego la Fórmula Ford y finalmente la Fórmula 3. Su velocidad deslumbró a todos desde el principio tanto como su atracción por los accidentes. El ying y el yang. El 'win or crash'. Hunt era así, y ni siquiera caer un lago y estar a punto de morir durante su etapa en la Fórmula Ford le iba a apartar de su objetivo.
Con 26 años ya estaba en Fórmula 1 con el cochambroso equipo March. En solo dos carreras Hunt ya había puntuado, y en la cuarta hizo su primer podio. Y todo eso con un coche con el que sus compañeros se peleaban, habitualmente sin éxito, por acabar la carrera. Paralelamente, sus diablos internos comenzaban a aparecer cuando, en mitad de unos entrenamientos, James paró el coche junto a la pista para "atender a la llamada de la naturaleza".
Para las dos siguientes temporadas Hunt pilotaría un Hesketh, monoplaza algo más competitivo que le permitió ganar su primer Gran Premio, el de Holanda de 1975. Fue la única victoria de la escudería en Fórmula 1 y eso fue suficiente para que McLaren se fijase en James como sustituto de Emerson Fittipaldi. Lógicamente, Hunt no dejó pasar ese gran salto en su carrera. La temporada 1976 estaba servida.
Objetivamente, Lauda era mejor piloto que Hunt y Ferrari mejor equipo que McLaren. Además el austríaco llevaba dos años ya con la marca italiana, siendo los vigentes campeones del título. Por el contrario Hunt acababa de llegar al equipo de Woking, con lo que parecía inevitable el lógico proceso de adaptación. Con este mejunje, pensar que James podía arrebatarle el título a Lauda era prácticamente una quimera.
Hunt vs. Lauda
Hunt no era un divo de los de hoy en día. Ser inferior a su rival no le impedía tener una excelente relación con él. Durante la pretemporada de 1976 Hunt llegó a convencer a Lauda para irse de fiesta la noche previa a unos entrenamientos, con lo que las caras por la mañana, llegando al circuito de empalme, no eran las mejores. Lo que seguro que Niki no esperaba era encontrarse tras una curva el McLaren aparcado junto al arcén con Hunt echándose una siestecilla dentro. Era un buen preludio de una temporada cuanto menos rocambolesca.
Todo comenzó con normalidad. Lauda arrasaba y a Hunt le caían las migajas que el austriaco le dejaba. Las cinco victorias y ocho podios de Lauda al final de las nueves primeras carreras eran demasiado para el irregular Hunt, que sumaba dos victorias y cinco abandonos. Y entonces llegó el momento clave del campeonato. Niki Lauda se estrelló en el antiguo Nurburgring. Su coche ardió con él dentro y su vida estuvo a punto de desvanecerse, ya que incluso llegó a recibir la extremaunción. Pero, milagrosamente, Lauda no solo salvó la vida, sino que...¡diez semanas después ya estaba preparado para volver a correr!
Mientras que Lauda luchaba por regresar, Hunt alternaba victorias, abandonos, polémicas y, por supuesto, juergas. En Gran Bretaña ganó una carrera que se reanudó tras un accidente suyo en la primera vuelta, pero dos meses después las protesta de Ferrari a la FIA hizo que le retirasen a Hunt aquel triunfo porque no tenía autorización para correr en el reinicio. También su éxito en España estuvo bajo la lupa por un supuesto coche que incumplía la anchura requerida. Entre tantos dimes y diretes, llegó Monza y allí Ferrari le tenía una sorpresa preparada a sus tifosi. Niki Lauda estaba de vuelta. Y pese a estar tres carreras de baja, su ventaja en el campeonato era aún de trece puntos sobre Hunt, quien le otorgó a Lauda una cariñosa frase de bienvenida: "Niki, no te preocupes por tu cara, ya eras horrible antes del accidente".
El despertar y el título
En Monza, Hunt ni siquiera puntuó mientras que Lauda firmó una meritoria cuarta plaza. Parecía que nada iba a apartar a Niki de su segundo campeonato. Sin embargo Hunt aún tenía algo reservado. Dos victorias en las dos siguientes carreras le permitieron llegar a la última prueba, el decisivo Gran Premio de Japón en el nuevo circuito de Monte Fuji, con solo tres puntos de desventaja sobre Lauda. Y la de Japón no se presentaba, precisamente, como una carrera al uso.
A James Hunt su primer imprevisto le surgió una semana antes del Gran Premio. Su buen amigo Barry Sheene ganó el mundial de MotoGP, y no se podía dejar pasar la ocasión. Una noche de sexo, drogas y alcohol que terminó con hasta 33 azafatas del hotel británico en el que vivía pasando por la habitación de Hunt. Y llegó la carrera de Japón. Niki Lauda tenía la cara quemada, comenzando por las pestañas, lo que le impedía conducir bien en lluvia. Como era de esperar, el fin de semana el dios Zeus echó una mano a Hunt y se cebó con el debutante circuito de Monte Fuji. Ante esta situación los pilotos llegaron a un pacto. Si llovía no correrían la carrera.
Efectivamente, el 24 de octubre de 1976 llovió en Fuji. De modo que los pilotos debían retirarse. Se completó la segunda vuelta y Lauda, cumpliendo con el pacto, se retiró a los boxes, pero atónito vio como apenas tres o cuatro coches más le acompañaban. El resto, entre ellos Hunt, iba a disputar la carrera. Con el de Ferrari fuera, a James le bastaba con un tercer puesto para ser campeón, y todo indicaba que así iba a ser. Hunt lideró desde el inicio, aunque a diez vueltas del final Andretti le quitó el liderato. No importaba el mundial no estaba en peligro, pero claro, un título de James Hunt no podía ser tan sencillo. A cinco vueltas del final un neumático del McLaren reventó. Hunt, con el coche dañado, regresó a boxes como pudo para que sus mecánicos lo reparasen, pero lo único que encontró fue otra pérdida de tiempo por la torpeza de éstos a la hora de cambiarle los neumáticos. Tras una parada caótica, Hunt regresó a pista quinto a cuatro vueltas del final. Enfurecido, el inglés se enzarzó en una batalla de adelantamientos con pilotos que no se distinguía muy bien si eran doblados o competidores reales por la posición. Finalmente no pudo ser. Hunt llegó a meta quinto y regresó a boxes hecho una furia. Llegó al pitlane y se bajó del coche encolerizado y se dirigió hacia sus mecánicos dispuesto a emprenderla a golpes con ellos. Mientras Hunt forcejeaba con ellos, su jefe de equipo intentaba explicarle la realidad. No había sido quinto como él pensaba, sino que su posición era la tercera. ¡Era campeón del mundo por un solo punto!
Últimas carreras
Pese a tal numerito, James continuó en McLaren un par de años más en los que sumó tres victorias y dieciocho abandonos. Lo intentó una última vez con el equipo Wolf, pero solo medio año con ellos fue suficiente para que pusiese punto y final a su carrera tras el Gran Premio de Mónaco de 1979. A sus espaldas un mundial, diez victorias y una áurea inolvidable de piloto divertido y desenfadado. Un estilo admirado y muchas veces imitado, pero nunca igualado.
Tras su retirada fue comentarista en la BBC durante algunos años, pero pronto un infarto de miocardio truncó su vida a los 45 años de edad. Hunt ya no bebía tanto y hacía deporte, pero su cuerpo no pudo soportar los excesos anteriores. El 14 de septiembre de este año se estrenará en España la película Rush, dirigida por Ron Howard que versará sobre esta inolvidable temporada 1976. Daniel Brhül encarnará a Lauda, mientras que el australiano Chris Hemsworth tendrá la difícil tarea de hacernos volver a sentir al inimitable, al inigualable, al genuino, a James Hunt. Un ejemplo a no seguir salvo que te quieras divertir.