Templo a la excelencia, al desorden, al caos y a la maestría por igual. Templo de héroes, ángeles caídos y lo cotidiano. Lugar donde Brasil saboreó desde los 70' qué significa la Fórmula 1 y donde, año tras año desde 1990, todos quieren volver, todos quieren respirar ese aire de Sao Paulo que huele a favelas, sonrisas, lagos artificiales y gasolina quemada.
Donde todo nació
El circuito nació de una idea loca, de esas que sólo los genios -y alguna vez hasta nosotros- tienen. En los años 20' la ciudad, otrora lugar donde se proclamase la independencia de Brasil por parte de Pedro I a mediados del siglo XIX, comienza a crecer de manera exponencial y en 1926 una compañía inmobiliaria comienza a desarrollar la brillante idea de proyectar un barrio, que se llamaría 'Balneario Satélite da Capital', entre los dos lagos artificiales (Guarapiranga y Billings), construidos años atrás para abastecer de agua potable a la población, cada vez más numerosa, de Sao Paulo. Curiosamente, para los sorprendidos habitantes de la ciudad brasileña por aquel entonces, un circuito de carreras aparecía dentro del proyecto y fue Alfred Agache, galo de nacimiento, quien encontró cierta similitud con la ciudad suiza de Interlaken y bautizó al barrio con el nombre de 'Interlagos'. La depresión económica de los 30' pararía el proyecto.
Ya en 1936, tras el éxito del GP de Río de Janeiro un año antes, la ciudad de Sao Paulo decide organizar su propio Gran Premio en las calles del centro, todavía sin la denominación de Fórmula 1, por supuesto. A la cita faltan los habituales Nuvolari o Caracciola, pero Carlo Pintacuda, ganador de la Mille Miglia el año anterior y segundo en el GP de Túnez del 36', por detrás del alemán de Daimler-Benz, sí acude a la cita. Y una mujer, una valiente entre tanto caballero, aparece en la lista de inscritos. Hellé-Nice (Mariette Hélène Dellangle), hija del jefe de correos de una pequeña población francesa, ya llevaba cuatro temporadas compitiendo, tras debutar en 1932 a bordo del Bugatti T35C en Oran y en 1935 había logrado su mejor resultado a bordo del Alfa Romeo Monza, siendo cuarta en el GP de Picardie, celebrado en Péronne, Francia.
La gente acudió en masa a ver el primer Gran Premio, precursor de todo lo que llegaría después, en la ciudad de Sao Paulo. La salida se retrasó debido a que el Gobernador de la localidad no había podido llegar hasta la línea de meta por el intenso tráfico. Aquel día, Pintacuda conseguiría superar a Marinoni tras 60 vueltas a una media de 104,45km/h, que en aquel entonces era como ir a tumba abierta y sin apenas seguridad. Seguridad que falló gravemente cuando un espectador lanzó al trazado una de las protecciones de paja y la fémina de la carrera, a bordo de su Alfa Romeo Monza de color azul, colisionaba contra ella a 160km/h, matando a cuatro espectadores que se encontraban en las inmediaciones, con otros 34 heridos y cayendo encima de un soldado que amortiguaría el impacto pero que fallecería días después. La piloto francesa sobrevivió, tras más de dos meses en el hospital debido a su fracturas de cráneo, pero dejó los Grandes Premios para siempre.
Se toma la decisión
El presidente del Automóvil Club de Brasil en aquel entonces, Eusébio de Queiroz Mattozo, apremió a la inmobiliaria para que construyese el trazado del barrio de Interlagos lo antes posible, en pos de evitar accidentes como aquel y en 1938 la primera piedra fue puesta. Dos años más tarde, en un trazado cercano a los 8 kilómetros de longitud, un brasileño venció el tercer GP de Sao Paulo ante más de 15.000 personas. Pero la magia de Interlagos, que así se bautizó al circuito dada su ubicación, comenzaría a alcanzar escalas mundiales cuando en 1972 se celebró la primera carrera con Fórmulas 1 de manera extraoficial. Carlos Reutemann venció aquella tarde a bordo del Brabham BT 34, por delante de Peterson y Fittipaldi, quien se cobraría su revancha un año más tarde.
Primer GP de Fórmula 1
Era 1973 y la F1 decide incluir al remodelado trazado de Sao Paulo en su calendario para dicha temporada. 15 Grandes Premios se celebrarían ese año desde finales de enero, cuando la temporada echó a andar en Argentina, hasta el siete de octubre, en el circuito de Watkins Glen y con victoria de Peterson. El GP de Brasil fue programado como segundo evento de la temporada y el 11 de febrero se daría el banderazo de salida a las 40 vueltas que los 20 pilotos de aquel momento deberían de completar al trazado antiguo de Interlagos, con sus casi ocho kilómetros de longitud y con curvas parecidas, aunque con menor inclinación, a las del mítico óvalo de Monza.
En la primera línea de salida, Peterson y Fittipaldi, que habían luchado a la décima por la 'pole', se alineaban junto a Jacky Ickx. Las gradas del circuito de Interlagos rugían de manera ensordecedora, la gasolina comenzaba a quemarse en los V8, con la excepción de algún V12 suelto, que poblaban la parrilla de salida. Los dos compañero de Lotus, a bordo de la denominación 72 con el motor Ford-Cosworth, arrancan a la perfección, instantes después de que los policías rieguen con mangueras de agua a una 'torcida' que ya coloca al piloto brasileño por detrás de Pelé en su escala divina.
Pero lo que nadie esperaba es que un joven Carlos Pace se tirase sin temor alguno al interior de la primera curva, favorecido por su sexta posición en el lado izquierdo de la parrilla. El público enloquece, sus dos pilotos lideran el primer Gran Premio de Fórmula 1 de Brasil. Pero en el segundo giro, Jackie Stewart, que a la postre sería Campeón del Mundo por tercera y última vez esa temporada, daba buena cuenta del carioca. Peterson hace lo mismo en la tercera vuelta, pero tres más trade pierde una de sus ruedas e impacta fuertemente contra las barreras, saliendo milagrosamente ileso.
Fittipaldi, profeta en su tierra
El brasileño, que años más tarde otorgaría su apellido al dicho de 'buen conductor' en algunas zonas de habla hispana, se distanciaba de un Jackie Stewart que intentaba que el de Lotus no hiciera doblete en las dos primeras carreras del año. Pace iba cuarto en la vuelta nueve cuando su suspensión dijo basta y le obligó a poner punto y final a un sueño, con las gradas lamentando la pérdida de uno de sus dos guerreros. Los dos primeros puestos de podio parecían definidos, salvo avería de última hora, pero antes de llegar a la mitad de carrera, Hulme conseguía superar a Ickx, tras un pinchazo de este y se colocaba en tercer lugar.
Fittipaldi dobla a todos sus rivales excepto a los dos que le acompañan en el podio y las gradas del Circuito de Interlagos bailan en el delirio, con su héroe luciendo la bandera nacional en el podio y con Colin Chapman, emocionado, que lanza la gorra del vencedor al cielo azul de Sao Paulo. Brasil estaba en lo más alto de la Fórmula 1 y aquellos millares de personas que habían entrado en el autódromo para ver a veinte tipos jugarse la vida en cada curva, lo sabían. A un lado quedaban, por el momento, la miseria de algunos barrios, el esplendor de la zona centro y los contrastes entre ambos.
Interlagos, ese lugar donde las 'S' de Senna son un templo al héroe caído, pisadas por miles de 'caballos' de potencia cada año. Ese lugar donde, en la humedad del clima, flota algo que recuerda a décadas pasadas y donde los pianos, de cemento y pintura, aún son recuerdos de un olvido injusto. Son testimonio de que los héroes existen y que caminaron entre nosotros y, aun hoy, caminan entre las favelas que rodean el, ahora llamado, Autódromo José Carlos Pace, luchando por la victoria de la vida.