TRAYECTORIA DEL POLACO

GP de Baréin: Recordando a Robert Kubica

Analizamos los hechos destacados del piloto polaco, sobre todo la pole que consiguió en la clasificación del GP de Baréin 2008.

Roberto Rodríguez 3 de Abril 2014 11:06

Se presiente, está en el ambiente. La gran eclosión que sufre todo fuera de serie al poco tiempo de llegar a la Fórmula 1 está a punto de sobrevenirle a Robert Kubica. Ese pequeño Big Bang que lo cambia todo y convierte a un piloto talentoso en un piloto campeón. El coche, sin ser el mejor, es muy competitivo. Estamos a principios de 2008, y las aguas vienen más revueltas que nunca después de la convulsa temporada anterior. Y eso es algo que Kubica y BMW quieren aprovechar, empezando por el Gran Premio de Baréin.

La carrera de Kubica siempre estará ligada a un equipo, BMW Sauber. Ellos fueron quienes en mitad de la temporada 2006 apostaron fuerte por él, bajando del coche a todo un campeón del mundo como Jacques Villeneuve para hacerle hueco al polaco. No se iban a arrepentir. La primera plaza en la que Kubica iba a torear era el inenarrable Gran Premio de Hungría de aquel año, bajo el diluvio y el caos. Que mejor escenario para descubrir a un talento innato. No fue fácil, y no obviaremos algún que otro trompo y un besito con el muro, pero el coraje de Kubica fue superior a sus pecados de juventud. Séptimo puesto, puntos en el debut y la confianza ganada no solo del equipo, sino de toda la Fórmula 1. Pero la fuerza oscura que ha perseguido a Robert en toda su carrera iba a hacer su primera aparición.

El peso del BMW era bajo, un poquito más bajo de lo legal, lo justo para ser descalificado de la carrera. Los puntos volaban, pero las sensaciones persistían. No es tan fácil borrar la aparición de un supertalento. Y la confirmación no iba a tardar en llegar. En otro Gran Premio cargado de polémica, en Monza. Allí, beneficiado por las peculiares condiciones del circuito Kubica logró colocarse sexto en la parrilla, y tras una salida formidable, ya iba tercero. Solo la fulgurante remontada de un Alonso enfurecido podía privar de un podio al polaco, que llegó incluso a liderar la carrera. Así fue, el Renault llegó a la altura del BMW y lo superó, pero su andadura no duraría mucho. El motor del R26 reventó y Kubica recuperó la tercera posición. Solo llevaba tres carreras en Fórmula 1 y ya estaba subido a un podio. Kubica no había llamado a la puerta de la Fórmula 1, directamente la había echado abajo. El polaco ya estaba dentro y en 2007 le tocaba confirmarse.

Accidente en Canadá

No fue una temporada fácil, el coche era el tercero mejor pero McLaren y Ferrari estaban muy en forma y, pese al desbarajuste que rodeó a la Fórmula 1, y a esos dos equipos, durante todo el año, lo cierto es que coparon casi todos los podios, y Robert no pudo cazar ninguno de los que dejaron libres. Fue un año de regularidad y consolidación, y sobre todo fue el año en el que Robert Kubica volvió a nacer por primera vez. Era Canadá y el Safety Car iba a retirarse en esa fatídica vuelta 27. Con la carrera relanzada, Kubica se disponía a adelantar al Toyota de Trulli, pero un movimiento defensivo del italiano provocaba un toque que lanzaba al BMW directo contra el muro. A 300 km/h contra el muro. El mundo entero contenía la respiración mientras el coche, ya destrozado, salía despedido cruzando la pista y frenando junto a las protecciones de enfrente. Kubica estaba inconsciente y la preocupación se extendía por todo el paddock, pero finalmente todo quedaría en un susto. El polaco solo tenía unas magulladuras y únicamente se iba a perder una carrera, la de Indianápolis, una semana después. Su sustituto iba a ser otro joven al alza, Sebastian Vettel. Kubica volvió para terminar la temporada, sin ningún podio sí, pero con kilómetros suficientes para lanzarse directo a por el título en 2008.

Y aquí nos habíamos quedado, en Baréin 2008, con Kubica viniendo de ser segundo en Malasia y opositando al título. No le iba a temblar el pulso, y el sábado exprimió al límite su BMW Sauber para lograr, por apenas 27 milésimas, la primera, y única, pole de su vida. Fue un día mágico. Robert había demostrado que estaba aquí para pelear el título, que podía hacerlo, y que ni Ferrari ni McLaren iban a intimidarle. Luego en carrera los coches italianos fueron demasiado rápidos para él, no mucho, pero lo justo para quedar relegado a una tercera posición que no era más que una sólida base para asaltar el campeonato. Tras un segundo puesto en Mónaco bajo la lluvia llegaba el Gran Premio en el que se cerraba un círculo y se abría otro. Canadá. Sí, otra vez Canadá en el horizonte, desafiante e intentando intimidar. Pero esta vez Kubica iba a demostrar que no tiene miedo a nada.

Robert se había colocado segundo en la parrilla. Hamilton había ido muy rápido en uno de sus circuitos fetiches, pero el polaco estaba muy bien colocado, esperando aprovechar cualquier error del inglés. Entonces llegó el caos. Con el Safety Car en la pista, los líderes de la carrera se dirigieron al pit lane, entre ellos Kubica. A la salida, la luz roja del semáforo indica que los boxes están cerrados. Raikkonen y Kubica frenan, pero Lewis Hamilton, en uno de los errores más groseros que se recuerdan, no se percata y arrolla a Raikkonen. Kubica se ha salvado por poco y, para colmo, sus dos máximos rivales están fuera. Es una ocasión que no se puede dejar pasar. Con estrategias distintas, el polaco se encuentra con un rival incómodo por la victoria, su compañero Nick Heidfeld. BMW tiene a sus dos coches en primera posición, pero como se descuiden un incipiente Alonso que viene por detrás con su R28 les puede arrebatar la victoria. Kubica es el más rápido, tiene que pasar y lo hace. Heidfeld se queda haciendo las veces de stopper de un Alonso que acaba trompeando. Robert Kubica lo ha hecho, es el ganador de la carrera y Heidfeld cierra el doblete. Y por si fuera poco... ¡Es el nuevo líder del mundial! El polaco no podía ser más feliz. Era su gran día. Canadá le había devuelto tanto dolor y sufrimiento, era la recompensa tras tanta entrega.

Sin embargo la temporada iba a torcerse. En Silverstone, con la oportunidad de recuperar el liderato perdido en Francia ante un Massa que no consigue mantener la estabilidad bajo la lluvia, Kubica trompea y queda atrapado en la grava. BMW se ve incapaz de batir a Ferrari y McLaren, y, probablemente en una de las peores decisiones de la historia, decide abandonar el proyecto de 2008 y centrarse en el cambio de normas de la temporada siguiente. Kubica quedaba impedido e impotente mientras la lucha por el título entre Massa, Raikkonen y Hamilton se decide en favor del que menos errores de bulto y desdichas mecánicas sufre. La sensación de que BMW ha tirado el mundial a la basura se acrecienta tras la temporada 2009. En ese año Brawn GP domina, y el intento de Kubica de mantenerse cerca de ellos se ve frustrado por un agresivo Sebastian Vettel que lo deja fuera en Australia. De todos modos el coche no es ni la sombra del anterior, y Kubica se conforma con un solo podio, una segunda plaza en Brasil, en toda la temporada. BMW, quien sabe si asumiendo un error histórico, deja la Fórmula 1 y a Kubica sin asiento. Aunque a un piloto así nunca le faltan las ofertas. Robert Kubica estaba a punto de comenzar una nueva aventura en Renault, y aunque aún no lo sabía, iba a ser la última.

Llegada a Renault

El equipo Renault estaba en plena reconstrucción. Con Briatore y Symonds inhabilitados por el Crashgate fue Eric Boullier quien se puso al frente del equipo. La estrella del equipo, Fernando Alonso, se había marchado y quien mejor que Robert Kubica para coger el testigo de su amigo. Renault estaba en los albores de su renacer. En la segunda carrera, en Australia, el polaco sacó todo su talento bajo la lluvia y logró ser segundo, solo detrás de Button, y conteniendo los ataques de los Ferrari de Massa y Alonso por detrás. El coche aún no era ganador, pero con regularidad y constancia Kubica se fue labrando una buena posición en el campeonato y aún tuvo un último día de gloria, en Spa, en el templo del automovilismo, donde lidiando con los cambios meteorológicos logró colocar su Renault en el tercer peldaño del podio, solo detrás de Hamilton y Webber. En Japón otro podio estuvo cerca, pero una rueda mal ajustada quebró las esperanzas de Kubica mientras iba segundo. La temporada concluía con buenas sensaciones: dos podios, alguna oportunidad perdida, una gran regularidad y una leyenda como Michael Schumacher por detrás en el mundial. Renault iba a volver a la pelea y lo iba a hacer con Kubica, o eso pensábamos.

Todo se truncó un 6 de febrero de 2011. Robert incluso se había subido ya al nuevo Lotus Renault que le tenían preparado para la nueva temporada, pero el destino, esa energía oscura que persigue a Kubica, iba a cebarse nuevamente con el polaco. Fue en el Rally de Andora en el que Robert participaba con un Skoda Fabia S2000. Allí un terrible accidente pone al polaco en riesgo para su vida y, posteriormente, en riesgo de mantener todos sus miembros. Afortunadamente todo esto se logró evitar, pero algo sí que era inevitable. Robert Kubica tenía demasiadas secuelas para regresar a la Fórmula 1. Lotus iba a tener que tirar de su ex compañero Heidfeld para salir del paso y posteriormente sería Kimi Raikkonen quien lideraría el resurgir de los de Enstone, un regreso que inició Kubica. Así terminaba la carrera en Fórmula 1 de un talento innato, con la impotencia de quedarnos con una incógnita que más bien era certeza, la de uno de esos pilotos con los que no hace falta más que un simple test para descubrir su potencial, pero también uno de esos perseguidos por una historia oscura, malditos eternamente y relegados a un palmarés desacorde a su talento. Un piloto que el destino nos arrebató, pero que ahora hace las delicias de los aficionados de los rallys. Y que no se descuiden allí, porque a un piloto así le da igual lo que conduzca, solo le importa ir rápido. Robert Kubica, el talento perdido del siglo XXI.

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