Llueve en Mónaco. Ese 19 de mayo de 1996 a las 14:00 llovía en Mónaco mientras los coches esperaban a que se apagasen cinco luces rojas y, aunque él aún ni lo intuía, a Olivier Panis estaba a punto de tocarle el premio gordo del casino, estaba rozando la historia.
Panis llegó a Fórmula 1 en 1994 con 27 años. Era el flamante campeón de la Fórmula 3000 y la gran esperanza francesa para reemplazar a Alain Prost, que precisamente ese año se retiraba para no volver. Los inicios con el humilde Ligier Renault no fueron malos, el piloto francés lograba acabar casi todas las carreras, rozando los puntos con su séptimo puesto en el Gran Premio de España. Sería en su novena carrera, en Hockenheim, donde iba a hacer su gran aparición ante el público de la Fórmula 1. Panis salía duodécimo, apenas dos puestos por delante de su compañero Bernard. En la salida, un accidente múltiple deja nada menos que a once coches fuera de pista, y a algún otro como Hill o Coulthard rezagado con problemas. El caos se ha desatado en Hockenheim, y tras él Panis va cuarto seguido de su compañero.
Pronto Ukyo Katayama, tercero hasta el momento, se ve con el coche averiado y posteriormente son los Benetton de Verstappen, por un espectacular incendio en boxes, y Schumacher, por una avería de motor, quienes se ven fuera de carrera. Solo Berger con su Ferrari se mantiene delante de los dos Ligier, que mantienen una batalla por la segunda posición que acaba venciendo Panis. Solo lleva nueve carreras en Fórmula 1 y con un coche mediocre, pero Olivier Panis ya tenía un podio en su haber. Eso, y una fama de superviviente en carreras caóticas que le seguiría hasta el final. Para culminar su temporada de debut el francés consigue puntuar en dos carreras más, Hungría y Australia, antes de encarar una temporada de cambios, 1995.
Primer podio
Renault se fue, y ahora era Mugen Honda quien fabricaba los motores para Ligier. Tras una buena temporada de debut, Panis se afianza en Fórmula 1. Pierde algunos puntos por errores de pilotaje, pero en casi todas las carreras ronda los puntos. Con dos cuartos puestos en Canadá y Silverstone llega la última carrera de la temporada, el Gran Premio de Australia, y allí el destino le tenía reservado a Panis el premio a toda una temporada de constante evolución sin resultados deslumbrantes. El campeonato estaba acabado, Schumacher ya era campeón y preparaba su desembarco en Ferrari para 1996. Olivier salía duodécimo, y esta vez en la salida no iba a haber accidentes. En la vuelta 19 el francés seguía circulando en el puesto número doce, no parecía que el final de temporada fuese a ser muy brillante, pero entonces la carrera se volvió loca. Primero es Coulthard, luego Barrichello, Alesi, Schumacher... Uno a uno los pilotos comienzan sufrir accidentes.
La escala de Panis es brutal. Escalonada y progresivamente el Ligier se va abriendo paso entre los coches que no pueden continuar. En la vuelta 40, tras una oleada de abandonos que han culminado Berger y Frentzen, Panis se sitúa cuarto. Ahí aguanta veinte vueltas más, hasta que el influjo vuelve. Irvine se para, y no mucho después lo hace Herbert. Hasta el Minardi de Pedro Lamy está en los puntos, Panis acaba segundo, solo detrás de Damon Hill, e iguala su mejor resultado en Fórmula 1. Una vez más, Olivier es un superviviente y en la temporada 1996, bajo los focos del glamour, iba a hacer su gran machada.
Victoria en Mónaco
Por aquí nos habíamos quedado. La temporada 1996 no había comenzado del todo bien. Solo un punto en las cinco primeras carreras con dos abandonos incluidos no era la mejor forma de llegar a Mónaco, y peor aún es clasificar en decimocuarto posición el sábado, sin embargo el domingo llueve, llueve mucho, tanto que ni los pilotos más experimentados pueden mantener sus monoplazas en la pista. En la primera vuelta gente tan contrastada como Fisichella, Barrichello o el campeón de los dos últimos mundiales, Michael Schumacher, ya están fuera de la competición. Panis se sitúa duodécimo, pero esto ahora importa menos que el simple hecho de mantenerse en una pista que por resbaladiza parece de cristal. En la vuelta 31 la lista de integrantes de la carrera ya se reduce únicamente a once coches, entre los que Panis circula cuarto, aferrado al volante como el náufrago se aferra a su salvavidas, abriéndose paso entre compañeros caídos.
El Williams de Hill tampoco aguantó, y después se paró el Benetton de Berger. Con la parada de Irvine en boxes el nuevo líder era ¡Oivier Panis! Estaba primero, pero quedaban 18 interminables vueltas en aquel infierno acuático. Irvine también se fue al muro, y con él Hakkinen y Salo. Solo quedaban cuatro coches donde la FIA acortó la agonía de Panis. El límite de dos horas llegaba, y en la vuelta 75, tres antes de lo establecido, la prueba se daba por concluida. ¡Panis había ganado! Solo Coulthard y Herbert entraron en la misma vuelta que el francés, y completaron un podio de héroes, de supervivientes. Panis era el más feliz, en un día de perros él fue el más hábil.
La temporada no concluyó bien, solo una aparición más en los puntos, en Hungría, para concluir el que era su peor año hasta la fecha, eso sí, muy bien maquillado con aquella actuación monegasca. Para 1997 un gran soplo de ilusión llegaba al equipo. Alain Prost, el mejor piloto francés de la historia, por entonces el hombre con más victorias en la Fórmula 1, compraba el equipo Ligier para montar su propia escudería. Y por supuesto, Panis formaba parte del proyecto. El inicio fue muy esperanzador, quinto en Australia, tercero en Brasil, cuarto en Mónaco y segundo en Barcelona, donde aprovecha otra carrera accidente para subir al podio. Pese al abandono de Imola, Panis llega a Canadá en tercera posición del campeonato, solo tras Villeneuve y Schumacher. Es su cuarto año en Fórmula 1 y se intuye que está ante su momento, ante la ocasión de unirse al club de los grandes pilotos, pero a veces nada sale como estaba planeado.
Cambio de motores
En Montreal Panis sale décimo, y tras una carrera ajetreada y con problemas está rodando en séptima posición, intentando cazar a Herbert para alcanzar un puntito de oro a la hora de mantener una buena posición en el campeonato. Y entonces llega el desastre. A tres vueltas del final Panis pierde el control de su Prost, que toca con su morro en el interior de la curva cinco y sale disparado hacia las protecciones que recubren el exterior de la trazada. El accidente el grave, y tras unas pruebas más a fondo del físico del francés se comprueba que Panis tiene rota una pierna, su gran temporada está truncada y, pese a que vuelve para disputar las últimas tres carreras, acaba el campeonato noveno, lejos de las posiciones de privilegio que antes ostentaba. Y para completar el desastre Prost pierde los motores Mugen. En 1998 y 1999 el equipo francés usa motores Peugeot, de bajo rendimiento y poca fiabilidad, que condenan a Olivier Panis a dos temporadas de sinsabores. Únicamente dos puntos, dos sextos puestos, en dos años y nada menos que trece carreras inconclusas por problemas de fiabilidad, muchas más que todas las que había sufrido el piloto francés en todas sus temporadas anteriores juntas. La carrera de Panis se había estancado desde aquel fatídico Gran Premio de Canadá, y ahora parecía más cerca su salida de la Fórmula 1 que su salto al estrellato. Tras seis años en el mismo equipo, era hora de cambiar. Y tras un año de probador en McLaren, BAR-Honda llamaba a la puerta.
BAR era para Panis una esperanza, la promesa de una vida mejor después de dos años y medio de sufrimiento, primero lesionado y luego con un coche muy lento. En el equipo británico estaba Villeneuve, todo un campeón del mundo, y estaba Honda, un motorista mítico como ninguno. BAR desprendía glamour e ilusión, pero como debió aprender del equipo Prost, el nombre no lo es todo en Fórmula 1. Pese a comenzar con un cuarto puesto en Brasil, ese acabaría siendo su mejor resultado después de dos temporadas en el equipo. Villeneuve obtuvo un par de podios que le pusieron por delante de Panis en el campeonato, pero lejos de la lucha por el título, muy lejos. 2002, tras una temporada de entrada en BAR decente aunque algo decepcionante por el rendimiento del coche, prometía ser el año definitivo para BAR, pero nada menos que siete abandonos en las siete primeras carreras sirvieron para que Panis se convenciera definitivamente de que ese equipo aún estaba lejos de ser grande. El equipo británico se hizo con la joven promesa de su país, Jenson Button, y el francés tuvo que emigrar por última vez, una última aventura con un equipo nuevo en Fórmula 1, Toyota.
Toyota, último equipo
Después de debutar en la categoría en 2002, la marca japonesa Toyota se deshizo de sus dos pilotos de cara a la siguiente temporada para dar entrada al equipo al veterano Olivier Panis y al prometedor Cristiano Da Matta. El equipo aún estaba en pañales, y solo una carrera alocada, de las que Panis era experto, le podía salvar. Quien sabe que hubiese pasado en Brasil, en 2003, si el alerón trasero del coche de Firman no hubiese salido desprendido provocando un accidente entre el irlandés y el Toyota de Panis. Lo único cierto es que el francés en ese momento rodaba justo por delante del Jordan de Fisichella, a la postre ganador de la prueba. La temporada concluyó para Panis con cinco puntos, cuatro de ellos logrados en la misma carrera, en Hockenheim, en un fin de semana fantástico para Toyota que acabó con sus dos coches en quinta y sexta posición.
En 2004, en otra carrera caótica como fue la de Indianápolis, con el Minardi de Baumgartner en los puntos y solo ocho coches cruzando la meta, Panis metió a su Toyota quinto, un último brindis al sol de un piloto que ese mismo año, y con una carrera de antelación, dejaría su asiento en manos del recién fichado Jarno Trulli y abandonaría la Fórmula 1 para no volver. Siempre con su perfil bajo y servicial, conformándose con lo que tenía y sacando su talento por cuentagotas, como pildoritas de genialidad incontrolada. Un auténtico superviviente y un miembro de la historia de la Fórmula 1 porque sí, cualquier que gane en Mónaco, sea como sea, es un héroe digno de los libros dorados de este sueño llamado Fórmula 1