Opiniones para un lado, opiniones para otro lado.
Así fueron las últimas horas, una vez finalizado el GP de Estados Unidos con la polémica suscitada por el recargo de cinco segundos aplicado a Max Verstappen por el sobrepaso a Kimi Räikkönen en la última vuelta de carrera.
A esta altura no vamos a detallar la maniobra, ya vista por todos en más de una ocasión. Creo, sí, que debemos tomar posición con lo acontecido.
¿Qué hacemos? ¿Somos esclavos del frio reglamento o somos amantes de actitudes como la de Max?
¿De qué lado está usted, amigo lector?
Les doy mi punto de vista. Si Verstappen no hubiese hecho lo que hizo, no sería uno de los mejores pilotos de la F1. Simple. En la última vuelta, con un auto más rápido, con gomas más frescas y el podio a la vista, el holandés fue por todo, se jugó al milímetro y sorprendió a Räikkönen en una maniobra que, en la primera impresión, fue para aplaudir de pie y ovacionar un buen rato. Sin dudas, el punto más alto de lo apreciado en Austin.
Ahora bien, con la inmediatez de las repeticiones de las distintas cámaras de televisión, los comisarios deportivos, ante la inminencia de la ceremonia del podio apresuraron la decisión y decidieron un recargo de cinco segundos por haber superado los límites de la pista. Se ve, en la cámara on-board de Max, que se excede de los bordes y transita por zona teóricamente prohibida. Digo teóricamente porque a lo largo de todo el fin de semana casi todos los pilotos excedieron los bordes y anduvieron por la zona pintada de rojo. El único sancionado fue Max y acá es donde empieza la discusión. Los Verstappen, padre e hijo, mas los responsables del equipo Red Bull, mas el mismísimo Niki Lauda fueron durísimos en sus críticas hacia los comisarios, en especial hacia Garry Connelly, que fue, casualmente, el mismo que lo sancionó a Max en México 2016 y el que pretendió abrir una investigación sobre lo sucedido en Japón, por un movimiento en frenada por parte de Verstappen.
Hay división de opiniones. Los puristas del reglamento están por la sanción. No dudan un segundo. Los otros, entre los cuales me incluyo al igual que muchos pilotos y ex pilotos, están a favor de maniobras como esa, que deciden un puesto, un podio, una carrera y hasta un campeonato. Cada uno con su libreto.
En mi caso, tomando partido por Max, creo que su actitud es la que todos queremos cuando vemos a los pilotos correr. Que lo hagan sin especular, que vayan al todo o nada, que ganen o pierdan pero siempre yendo al frente, a la pelea.
¿Qué los reglamentos están para respetarse? Obvio. Nadie dice que no. Solo que en Austin todo el mundo transitó durante tres días por las zonas rojas y ninguno fue sancionado, ni siquiera apercibido o llamado la atención.
Es más, aunque la seguridad siga siendo un factor fundamental en el automovilismo de hoy, volvamos entonces a poner grava o leca después de los bordes y veremos, entonces, como ninguno excederá esos límites. La aparición de sobrebordes de pavimento en aras de la seguridad, le ha quitado a la F1 parte de su esencia. Mire Monza en la parabólica. Antes, con el césped después de los pianitos, nadie osaba irse para afuera. Desde que pusieron pavimento, se iban sin problema. Y es así. Monza volvió a quitar parte del pavimento externo para volver a darle magia a una de las curvas más atractivas del calendario. Es solo un ejemplo entre muchos.
Lo que es claro es que cuanto más terreno tenga el piloto para transitar y pisar, lo hará en la medida que eso signifique ir más rápido. Si, en cambio, tiene limites, se circunscribirá a pisar lo que puede. Como era antes, como fue siempre.
Verstappen, en la última vuelta de un Gran Premio, hizo eso. Fue al límite máximo intentando ganar una posición. Lo hizo y fue aclamado. Lástima grande que en un escritorio le sacaron el podio. En fin, es lo que pienso, aun con el riesgo de estar equivocado o ponerme de frente a los fríos reglamentaristas que andan por todos lados.
¿Y ustedes, de qué lado están?