Con el GP de Alemania ha vuelto el escándalo a la F1; en una temporada con diversas maniobras al margen del Reglamento, con la Dirección de Carrera puesta en el ojo del huracán de las críticas, con las sanciones impuestas o no por los Jueces de Carrera en las portadas de los medios especializados, hemos asistido en el circuito de Hockenheim a la consecuencia lógica de todos esos despropósitos previos, hemos podido ver una carrera bochornosa, una auténtica burla al deporte y a los espectadores.
No se trata sólo de que Massa dejara pasar de forma vergonzosamente manifiesta a su compañero Alonso, lo que no dejaría de ser una infracción más al Reglamento, lo peor es la sensación de estafa porque no sólo Ferrari dió órdenes a sus pìlotos; por casualidades de las carreras, el azar emparejó en el GP de Alemania a varios pilotos del mismo equipo, lo que provocó de forma automática un pacto de no agresión entre todos ellos: Button detrás de Hamilton, Schumacher detrás de Rosberg, Hülkenberg detrás de Barrichello, todos en formación hasta la línea de meta sin siquiera amagar un intento de adelantamiento. Sólo Vettel y De la Rosa lograron que aquello pareciera una carrera de coches y no un pase de modelos.
Resultado de la escasa tensión competitiva fue la tranquilidad con que bastantes pilotos se tomaron la carrera; no es comprensible que sólo 6 pilotos terminaran el GP en la misma vuelta que el líder, ni que entre los doblados estuviera nada menos que Nico Rosberg, podio en Silverstone. Esta anormalidad sólo se explica por la pasividad con la que corrieron bastantes de los competidores, sin verse amenazados por otros rivales, lo que me impide valorar con equidad la actuación de los equipos, sobre todo de aquellos que contribuyeron de forma flagrante a la bufonada.